Empieza por conocer bien la estructura del proceso selectivo y el contenido del temario. No intentes abarcar todo desde el primer día: dedica las primeras semanas a familiarizarte con los temas, entender cómo están organizados y cómo se relacionan entre sí.
Una vez tengas esa visión global, elige una rutina diaria realista, aunque sea corta, y cúmplela. La constancia es más importante que la intensidad.
No existe una cifra mágica. Lo importante no son las horas, sino cómo las aprovechas. Para oposiciones de especialidades, una media de 3 a 5 horas diarias bien planificadas puede ser suficiente si se mantiene a lo largo del tiempo. Si tienes menos disponibilidad, organiza tu estudio en bloques cortos de alta concentración. La calidad del tiempo supera a la cantidad.
El método más eficaz es el que puedes mantener en el tiempo. Una estrategia habitual es combinar tres fases:
• Comprensión: leer con atención y resumir con tus propias palabras.
• Asimilación: elaborar esquemas y repasar activamente.
• Evaluación: practicar con test y simulacros.
Lo esencial es intercalar repaso y práctica desde el inicio: estudiar sin comprobar lo aprendido es como construir sin medir.
Empieza por fijar una fecha de referencia, aunque el examen no esté convocado.
Divide el temario en bloques y asigna tiempos realistas a cada uno.
Deja siempre margen de repaso antes del examen y revisa tu planificación cada mes.
Si estás empezando, planifica por objetivos semanales y no por horas: así mides tu progreso real y no solo el tiempo sentado.
Es mejor alternar varios temas que estudiar solo uno de principio a fin. La alternancia ayuda a mantener la atención, evita el cansancio mental y mejora la memoria a largo plazo.
Lo ideal es trabajar 2 o 3 temas en paralelo, con repasos frecuentes. El avance será más lento al principio, pero más sólido y duradero.
Un buen esquema de repaso es el espaciado progresivo:
- Primer repaso: 24 horas después.
- Segundo: una semana después.
- Tercero: un mes después.
- Cuarto: dos o tres meses más tarde.
Este sistema reduce el olvido y consolida el conocimiento.
Repasar no es volver a leer, sino comprobar lo que recuerdas sin mirar el texto.
Replantea, no abandones. A todos los opositores les pasa. Ajusta tus objetivos a tu realidad actual: menos temas, más concentración y más constancia. La clave no es no fallar, sino reajustar rápido.
Si trabajas, olvida los horarios largos. Céntrate en la regularidad diaria: estudiar cada día un poco vale más que hacerlo solo los fines de semana. Usa momentos muertos —desplazamientos, pausas o esperas— para repasar test, esquemas o resúmenes.
Si tu tiempo es limitado, enfoca tu estudio en los temas con mayor peso en el examen y deja los detalles para más adelante.
Sí. Quien espera a que salga la convocatoria, empieza tarde.
Los opositores que comienzan antes llegan con el temario dominado y solo tienen que afinar detalles. Además, muchas veces los temarios apenas varían entre convocatorias, por lo que el tiempo invertido nunca se pierde.
Cambia de enfoque, no de objetivo. Alterna estudio teórico con práctica de test o esquemas visuales. A veces no es falta de motivación, sino de variedad.
También puedes probar con sesiones cortas (método pomodoro 25/5: trabaja 25 minutos y descansa 5) o con repasos activos en lugar de lectura pasiva.
El progreso no siempre se nota día a día, pero se construye tema a tema.
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